El plebiscito se refuerza como camino de resistencia  y lucha       

                            

Eduardo Aparicio

 

Después de votar la Ley, se aceleran los tiempos e iniciamos una carrera contra reloj: para que haya plebiscito hay que reunir un número de firmas válidas igual al 10% del padrón hasta el último día de abril 2024.

La patriada requiere del establecimiento de acuerdos, con amplitud y profundidad, en el marco de un proceso en el cual se generaran diversos  quiebres y parteaguas. Una porción del movimiento popular no se alinea con la apuesta por un plebiscito.

Dudas, medias palabras, discursos encubiertos, búsqueda de artilugios se han instalada con fuerza, desde que en un inicio (más de 2 años)  la Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social (ATSS) señaló que la lucha contra la ofensiva conservadora, indefectiblemente desembocaría en un plebiscito.

El MONDES (Movimiento Nacional de Defensa de la Seguridad Social)

 impulsa la idea, desde las Intersocial FUCVAM fogonea la iniciativa, mientras todavía en el PIT-CNT reinan prudencia y especulación. Después de la última Mesa Representativa el movimiento sindical está en una fase de consulta con constitucionalistas, para saber cuáles son los eventuales institutos a utilizar. En tanto en el FA se dibujan las oposiciones expresas,  acompañadas con otras que se pueden calificar como de tácitas y veladas. Sectores importantes, con el concurso de presidente del Frente, hace tiempo que juegan como prioritaria y casi excluyente la basa de reconquistar el gobierno y entonces desde una nueva institucionalidad progresista remover los aspectos más nocivos de lo que el parlamento acaba de votar. En general son los mismos que se inclinaron por el camino de la reducción de daños y que renunciaron al rechazo total, que pasaba por un voto de rechazo en bloque.

Sabido es que en sus filas hay defensores (totales o parciales) de la existencia de las AFAP y del aumento de la edad de retiro, dos postulados claves  para concebir y estructurar el rechazo y resistencia de la propuesta conservadora que acaba de pasar.

Desde  el comienzo de CLARIDAD siempre hemos sostenido que no había que esperar a la clausura del proceso parlamentario de la ley de Reforma del Sistema Previsional, para reconocer que la vía del plebiscito constitucional es el camino a seguir para asegurar, defender y ampliar derechos en materia de seguridad social, desactivando la esencia de la reforma conservadora. Es a través de ese procedimiento que se puede proseguir una lucha de masas, en el marco de la batalla cultural contra ideas y postulados regresivos. Solo por la vía plebiscitaria  se puede poner en cuestión y alcanzar la eliminación de las  AFAP, cogollo de la imposición retrograda de la burguesía, al tiempo que se generan condiciones y oportunidades para asegurar principios fundamentales para una propuesta alternativa, inspirada en otras referencias políticas e ideológicas...

La ley quedó aprobada, consolidados por ahora sus efectos sobre los trabajadores del hoy y el ayer, las modificaciones que retocaron algo los parámetros, dieron lugar a juegos políticos dentro de la coalición,  pero  no variaron en  nada la esencia del proyecto. Por eso insistimos que dos de los aspectos centrales de esta propuesta, la generalización y reforzamiento de las AFAP y el aumento de la edad, hoy solo  pueden ser derrotados, barridos, por un plebiscito.

Si bien a lo largo de los dos últimos años existieron niveles de movilización, la misma no fue todo lo suficiente, en algunos casos llegó a ser tardía, sufrió escamoteos;  hubo que esperar a marzo para tener una manifestación masiva y el paro general total, con detención del transporte, recién tuvo lugar el martes 25.

La calle y la movilización masiva son los instrumentos principales por los cuales canalizar y potencializar los procesos contestatarios, como bien lo aquilató y comprobó la protesta en Francia, que aún continúa luego de aprobado su reforma. Parte de la dirigencia sindical y de la oposición política (FA), optó por la prudencia, por una confrontación controlada, recurriendo a la expresión popular “no se quiso poner toda la carne en el asador”, saliendo con fuerza y audacia de pique. Parte de lo que afirmamos se refleja en la participación en la CEE y sobre todo en  la no inclusión en el Referéndum de la LUC de las disposiciones que tenían que ver con la Seguridad Social. Resumiendo: se perdió tiempo, la movilización no fue todo lo fuerte y contundente que pudo ser, no se quiso colocar la pulseada en la calle.

Desde la dirigencia frenteamplista, figuras relevantes emitieron una serie de señales que abonan el terreno de la confusión. Fernando Pereira martillando que el rechazo se encauza en concretar ganar en 2024, para llegar a ser nuevamente inquilinos de la Torre Ejecutiva. Junto con poner adelante a todo precio, contra viento y marea llamados e invocaciones altisonantes de concertación y acuerdos amplios con empresarios, partidos burgueses, fuerzas vivas, academia, para en esas nuevas condiciones y realidades construir otra reforma; tras este reflejo no se esconde más que una permanente y constante talante favorable a la conciliación de clases, bajo la forma de los grandes y sacrosantos acuerdos de unidad nacional, de unión sagrada. Para relativizar esa estrategia, resulta oportuno recordar en el 95 el FA se opuso a las AFAP, luego en movimientos sucesivos fue modificando su programa para tan solo rechazar el lucro y en sus quince años de gobierno no hizo ningún movimiento para desactivarlas.

José Mujica, por su exclusiva cuenta y riesgo, en un gesto propio del bonapartismo que suele adoptar, -sin que mediara pronunciamiento de los organismos del FA-, se adjudicó la vocería del Frente Amplio y dijo que el mismo seguramente está de acuerdo con la disposición que acrecienta las posibilidades de colocación de las AFAP en el exterior, mecanismo que fue instaurado por primera vez bajo su gobierno.

Estas son tan solo dos perlas de un collar de varias vueltas, marcados por  adornar y vestir la confusión y el desconcierto entre los sectores que racional y visceralmente no vieron con buenos ojos esta reforma, porque ésta va al encuentro de una tradición nacional, de principios y valores que están incorporados al cerno de la ciudanía. Es por eso que las mediciones de opinión, establecen porcentajes importantes de rechazo, que sin lugar a dudas crecerán después de la promulgación de la Ley.

Ese amplio, mayoritario y transversal rechazo, constituyen una gran oportunidad para “quebrarle el ala” al gobierno en un plebiscito, como ocurrió en el 89, dando lugar a un procedimiento de ajuste de las pasividades que impidió la pauperización generalizada de los pasivos.

Se debe evitar la repetición de lo ocurrido dos décadas atrás con las AFAP, donde se dilató tanto la organización de una campaña plebiscitaria que luego impidió reunir las firmas. Las fuerzas sociales y el campo de la política, con posturas claras y consecuentes, tiene que hacer gala de poder zurcir, determinar lo esencial, deponer sectarismos y perfilismos, para  concretar el plebiscito.

Hay que llegar a un diseño de campaña que recoja lo esencial de los reclamos y principios que, sin ser minimalista, evite la dispersión, provocada por procurar incluir múltiples y variados postulados,  válidos y legítimos, pero que pueden diluir los impactos y los logros inmediatos, incisivos, que provoquen el revertimiento, abran cancha para la acumulación de fuerzas, que podrá proyectarse en otros planos y dimensiones.

Si se actúa con inteligencia, sagacidad estratégica, habilidad y plasticidad táctica es posible plantear una gran parada  y ganarla con la aprobación de un plebiscito. A votarse junto con las elecciones generales.