Escribe Garabed Arakelian
El proyecto de Reforma Previsional que ofrece el gobierno no acumula puntos como para merecer ni siquiera un estudio aproximativo. Además, en términos de reciprocidad practicados en la diplomacia política, de consideración y respeto aun entre opuestos, este gobierno no se hace merecedor de esa atención. Ha elegido desde el principio de su gestión el camino del desprecio, la mentira, la altanería y la bravuconada. No puede esperar otra respuesta. Sin embargo la oposición debe evitar caer en la tentación, justificada y válida, de descender a los mismos niveles por los que chapalea el elenco gubernamental.
Pero ese cuidado en el estilo no debe implicar la ausencia de respuestas tajantes y a tono con los agravios que soportan, particularmente los sectores más desvalidos de nuestra población.
Por eso, resulta acertada la respuesta que comienza a despertar desde diversos sectores de la oposición -políticos, sociales y sindicales- planteando encarar un diálogo más sincero y frontal que el mantenido hasta ahora con clara ventaja para el gobierno que sin contemplaciones humanitarias para los más castigados lleva hacia adelante sus objetivos.
Entre tanto y mientras el gobierno marcha con rumbo fijo, más allá de sus disidencias internas y de los formidables destapes de corrupción en que se ve envuelto, sectores del Frente Amplio han comenzado a probarse el smoking para utilizar el día de la asunción de mando, seguros de que el FA será el vencedor.
Es demasiado temprano para distraerse con esos temas, el triunfo de la oposición no está seguro hasta que se gane y el apoyo de la ciudadanía debe evaluarse con las mismas consideraciones y referencias con que los pueblos de distintos países han votado y en algunos casos reiterado su apoyo a las fuerzas de la derecha. “Precipitarse”, en estos casos, incluye el peligro de “precipitarse”. La advertencia va para quienes piensan en su posible candidatura y comienzan desde ya a hacer ensayos de diálogo y de acuerdos con la derecha presentándose como “oposición responsable”. Eso merece rechazo desde ya.
No hay milagros y la derecha internacional trabaja eficazmente para que ello no suceda. El dominio de los medios de comunicación y el discurso casi único que se impone -desde Trump a Bolsonaro, sin olvidar el toque femenino de la península itálica- muestra a las claras que el neo fascismo, tiene todo atado y bien atado.
Pero como es sabido que a toda acción se opone una reacción, por lo menos igual y contraria, un principio de la física que también se comprueba en el terreno de la política, ya han empezado a expresarse las respuestas y es juicioso escucharlas y tenerlas en cuenta.
Desde las bases frenteamplistas comienza a elevarse un reclamo que no puede pasar inadvertido y aunque por ahora sin precisión doctrinaria pero con neto acierto de conciencia clasista, se niega a corregir con intención de “mejorar” la letra y la intención de los coaligados, exigiendo que se hagan totalmente responsables de sus propuestas y enfrentando a éstas con la planteos republicanos y democráticos que defienden el patrimonio nacional en todos los aspectos.
Claramente, la política de hacer buena letra, actuar “responsablemente” en la oposición no es lo que el pueblo reclama. Dicho de otra manera, está rechazando tajantemente la política de conciliación que está a un paso de la complicidad. De modo que la única viable, aconsejable y segura para nuestra izquierda opositora con lógicas aspiraciones de suplantar a la derecha en la conducción gubernamental, es actuar como vendaval que avente el humo con que se cubre la mascarada reaccionaria.
La oportunidad es correcta y el tono es el correspondiente.
Ya están en la calle las banderas que defienden a los entes públicos convertidos ya en sólidas estructuras que agrupan a los intereses actuales y de futuro del país. Junto con ellas están las que levantan la juventud estudiosa de la enseñanza pública agredida en todos sus niveles. Y se hace fuerte el rechazo claro al proyecto de reforma de la seguridad social que aumenta y consolida la desigualdad y la injusticia.
Es un llamado a la rebeldía para detener la entrega del país que debe llegar al mismo corazón de la oligarquía. Es hora de transparencia verdadera y de claridades en todas las actitudes.