Por: Carlos Riverós
Son muchos, en los ámbitos de izquierda o progresista, quienes conocen, aunque sea a grandes rasgos, la vida y trayectoria de Guillermo Chifflet, su militancia de adolescente en su barrio de El Cerro a favor de la República Española, su larga actuación como Secretario de Redacción de El Sol, de periodista en medios progresistas y, finalmente, como legislador del PS-FA, que renunció a su banca por entender como cuestión de principios no votar la prórroga de la presencia de tropas uruguayas en Haití. En esa decisión pesaron, seguramente, los antecedentes del “destino manifiesto” del imperialismo estadounidense que, en el pasado, incluso reciente, intervino militarmente (o en forma subrepticia) en numerosos países de Latinoamérica. Recordemos algunas invasiones o intervenciones: México, 1846, 1848 y 1914 (ocupó Veracruz); Nicaragua 1854-1855 y financió a “los contras” después; Puerto Rico y Cuba 1898 y ésta otra vez en 1906 y en 1961; Panamá 1903, 1908, 1918 y 1989 (captura de Noriega); Honduras 1924 y 2009 (golpe “blando” contra Manuel Zelaya); Guatemala 1954; Granada 1983; Haití 1915 a 1934, 1994 y 2003 para derrocar al Presidente democrático Jean Bertrand Aristide, que sólo duró 8 meses en su cargo. Fué entonces que se traspasó la ocupación provisoria de Haití a una fuerza de la ONU, integrada por tropas de varios países excluyendo a los EE.UU.-, en la que participó Uruguay. Muchos creímos que era una forma de evitar una nueva intervención de los EE.UU. y promover nuevas elecciones en un clima de paz. A las reiteradas prórrogas de la participación de nuestro país en la ocupación de Haití, se opuso Chifflet y para no romper la disciplina del FA, renunció como diputado. A la larga, la historia le dio la razón, porque el pueblo de Haití aún no es el dueño de su propio destino.
Chifflet, en un artículo publicado en 2003, sobre “LOS AÑOS 50” (que citaremos varias veces y en el que las circunstancias que relata o comenta tienen un curioso paralelismo con la situación política actual), escribió: “Por esa década se produce la revolución boliviana (encabezada por Paz Estensoro, Siles Suazo y Ñuflo Chávez) en 1952, y en 1954 hay una intensa movilización en defensa de la Guatemala de Arévalo, Arbenz, Toriello, invadida por el traidor Castillo Armas (títere de los Estados Unidos) cuyo gobierno organiza la intervención contra un gobierno que pretendía que Guatemala no fuera de la United Fruit sino de los guatemaltecos. En esos años, además, la Federación de Estudiantes encabeza una acción contra un Tratado Militar con los Estados Unidos.”
En el mismo artículo, Chifflet relata cómo a partir de esa lucha, los estudiantes adhieren a la llamada entonces “Tercera Posición”, que sintetizábamos en la consigna “ni yanquis ni rusos” con la cual los jóvenes, -socialistas, anarquistas, independientes y aún nacionalistas partidarios de una Federación Latinoamericana, ganamos una histórica asamblea popular realizada en el Ateneo de Montevideo, donde la vieja guardia del PS encabezada por Frugoni, sostuvo una posición más cercana a las “democracias occidentales”. Ya Chifflet había señalado, al principio de ese artículo, que los años 50 “fueron de consolidación y avance del Socialismo”. Y que, a través de esas polémicas “todos nos fuimos perfeccionando.”
Él pensaba que ese proceso de radicalización del PS, alejándose de la socialdemocracia europea, adoptando una posición latinoamericanista y tratando de construir un socialismo a partir de la realidad nacional, unificando primero la fuerza sindical de los trabajadores, para llegar en algún momento a la alianza política de los sectores populares, no puede considerarse como una “refundación” del Partido. Y eso es coherente con la actitud del “Flaco” que actuó como un nexo entre la “vieja guardia” del “partido picana” y los jóvenes que traíamos la impronta radical y libertaria, a la que se sumó entusiastamente. Esa evolución del PS fue un proceso paulatino y democrático, jalonado por Congresos (1953, 1955, 1957).
Su respeto y afecto para con Emilio Frugoni y otros compañeros de la “vieja guardia”, no sólo se basaba en el reconocimiento de su historia y su valía intelectual, más allá de las discrepancias ideológicas coyunturales, sino muy especialmente por su lucha contra la corrupción política y administrativa y por mantener en la interna, el concepto, remarcado años después por Gargano, de que, “al Partido se viene a dar, no a recibir”.
Cuando en años recientes José Mujica declaró que “el PS era una máquina de pedir cargos”, generalizó injustamente ya que ese no era el Partido que quería Chifflet. Esos supuestos socialistas se fueron del Partido o en algún momento se van a ir bajo el sol que más caliente.
Recién a fines de 1957, conseguimos que Chifflet aceptara ser candidato para integrar el CEN del Partido, resultando electo como titular (los más jóvenes seguíamos ocupando cargos de suplentes y/o Sub-Secretarías, naturalmente, todos honorarios). Él asistía a las sesiones del CEN desde mucho tiempo antes, en su calidad de Secretario de Redacción de El Sol. Frugoni era el Director. Paralelamente a la evolución interna del Partido, fuimos creciendo en militantes y en votos en las elecciones nacionales y departamentales de 1954 y de 1958, en donde obtuvimos cuatro Ediles, uno de ellos Chifflet. Más tarde, como se sabe, sería Diputado por Montevideo, durante dos períodos y unos días, porque renunció al comienzo de la legislatura.
Chifflet, en el artículo-reportaje ya citado, va señalando como, a partir de 1950, la situación de creciente conflictividad enfrentada por el Gobierno (en los hechos, gobierno de coalición de Colorados y Blancos) cada vez con más frecuencia, mediante las “Medidas Prontas de Seguridad”, que coartaban las libertades sindicales y públicas. “Siempre se trataba de trabajar o comer menos, porque la política oficial de esos años fue DESCARGAR LA CRISIS SOBRE LAS ESPALDAS DE LOS TRABAJADORES como lo denunció el Congreso Obrero Textil”, y la incansable lucha del PS y sus Parlamentarios apoyando las reivindicaciones de los trabajadores en huelga. Y en las derrotas, la reincorporación de los destituidos por el conflicto.
En las elecciones nacionales de 1958, se produjo un cambio político importante. El Partido Nacional, mayoritariamente herrerista, hizo un pacto con los sectores ruralistas liderados por un ex locutor radial fascistoide, Benito Nardone, conocido con el seudónimo de Chicotazo, logrando, con dicha alianza, integrar el Poder Ejecutivo e inclinando la balanza aún más hacia la derecha. (Toda similitud con hechos actuales, es pura casualidad.)
Sobre las consecuencias de ese resultado electoral, que acentuó el liberalismo en lo económico y el autoritarismo en lo político, decía Chifflet: “En noviembre del 59 hay un debate fundamental. A propósito de una ley de reforma monetaria y cambiaria se discute, en el país, la irrupción de las fórmulas del Fondo Monetario Internacional. Las intervenciones de Dubra y Trías son una referencia fundamental -lúcida, insoslayable, aunque ciertos periodistas e historiadores lo ignoren- a la realidad social, política y económica de esos días y a la que vendría después.” Lo que vino después, en esa década que se inició con las denuncias de José Pedro Cardoso de 1950 en la Cámara afirmando que “vivimos un régimen de corrupción política y administrativa”, fue la represión sindical, de la que menciona ejemplos: “feroz apaleamiento a obreros y obreras de la Textil La Mundial, durante una ocupación y desalojo” enfrentamientos con la patronal de FUNSA, con “agresiones policiales, presos, persecuciones” conflictos en la metalurgia “en los frigoríficos, en el transporte, etc., fueron, entre otras, de las luchas fundamentales de la década.” Yo agregaría también la lucha de los estudiantes por la autonomía universitaria, que tuvo apoyo obrero y finalmente logró triunfar consagrándola en la Constitución y en la Ley Orgánica de la Universidad. Él termina mencionándonos entre algunos compañeros, que, escribiendo en El Sol, íbamos analizando esas etapas, además de militar en la calle, y refiriéndose a Sendic Antonaccio: “Raúl cita a los clásicos: “otra vez se ha confirmado que el gobierno del Estado moderno no es más que el comité administrador de los intereses de la clase burguesa".”
Finaliza el artículo con una advertencia a los que consideraban que los años 50, eran “los años felices.” Advertencia que hoy puede tener actualidad: “Pero no nos dejemos llevar por aquello de que "todo tiempo pasado fue mejor". Ya se avizoraba, en la perspectiva futura, lo que Laski (en boga por esos años) advertía: la burguesía es demócrata en los años de prosperidad, pero no vacila en recurrir a procedimientos antidemocráticos en tiempos de contracción y crisis. La historia del paisito también lo habría de demostrar.”
No puedo dejar de mencionar, entre los escritos de Chifflet, sus conmovedoras notas publicadas en “Brecha”, de las que tengo algunas copias. He aquí un trozo de la que se publicó allí (pág. 10) el 7/1/2005: “El 5 de febrero de 2003 aniversario del Frente, el compañero Tabaré Vázquez declaró que para nuestra fuerza la ética es un valor fundamental. Para nosotros, dijo, no sólo es compatible la ética con la política, sino que no concebimos la política sin ética.
La izquierda nació con ese compromiso. Y el Frente, ya en sus documentos fundacionales, estableció esa vocación de honradez y transparencia en la gestión pública.
Desde su amanecer, la izquierda ha señalado, como rasgo probatorio de nuestra ideología, la honradez de conducta. En uno de sus libros (Política uruguaya), el compañero José Pedro Cardoso destaca: "Más de una vez mis compañeros me han oído decir que los socialistas debemos sentirnos unidos no sólo por una misma concepción social y política, sino también por una común actitud moral ante la vida y la acción pública".
Desde hace años, siguiendo esa línea socialista, cada vez que tenemos que pronunciar un mensaje desde el alma, reiteramos conceptos que aprendimos en el Centro Carlos Marx, de la entonces Villa del Cerro, que indican: "Trabajador: al venir a nuestras filas debes saber los compromisos que contraes. Tú te obligas a tratar de ser cada vez mejor, a perfeccionarte, a militar solidariamente en el sindicato, en la organización política, en la cooperativa. Ayúdanos a probar a nuestros adversarios, que en tanto luchamos por un mundo nuevo formamos, a la vez, hombres mejores".
Toda la historia que hemos compartido con tantos militantes ejemplares registra una acción que puede sintetizarse en la prédica por dos objetivos esenciales: la lucha por una sociedad libre, igualitaria, sin explotados ni explotadores, y, paralelamente, la lucha por el hombre nuevo.
En esa línea es posible probar que pretendemos ser una fuerza política distinta. Y un factor de primera importancia para ello es la conducta: la rectitud y la transparencia en la acción de todos y cada uno de los militantes. En ese sentido, el primer valor en la gestación del hombre y la mujer en lucha por una sociedad libre es el ejemplo. No hay propaganda más eficaz que la que surge de la conducta.”
Desde antes de que yo lo conociera, en 1949, hasta el final, se mantuvo fiel a la ideología y al Partido Socialista, aunque no siempre estuviera de acuerdo con las decisiones de la Dirección. Y durante la larga noche de la Dictadura, trabajó junto con José Pedro Cardoso (otro faro de ética y lealtad) en reconstruir la organización y socorrer a los compañeros en peligro.
Me parece adecuado cerrar esta nota, con una de las frases que escribió el compañero Arakelián y que comparto:
“Aunque nunca asumió poses de maestro sin duda lo fue, pues enseñaba sin proponérselo y más aún, sin que el beneficiario se diera cuenta. Para mi, Guillermo Chifflet fue eso: maestro de periodismo y de militancia. Lo cual, es una forma de decir: maestro de la vida.”