El ambiente y la gente

Por Jorge Ramada

Este 5 de junio se celebró una vez más el Día Mundial del Medio Ambiente. Pero en esta ocasión con anuncios bastante llamativos sobre posibles proyectos que estarían alineados con un compromiso ambiental por parte de nuestro país. Esto merece ciertas puntualizaciones:

En primer lugar repetir (por más que debiera ser obvio) que el ambiente no es algo externo al ser humano, sino que los humanos somos parte del ambiente y que cuidarlo quiere decir también garantizar una vida digna para todos. Y de paso recordar también que la humanidad en abstracto es un concepto, pero no podemos considerar el problema de la relación del humanidad con su entorno en abstracto, sino en el marco de la formación social que determina la forma y proporción en que los distintos hombres -divididos en clases sociales- se apropian de las riquezas generadas por el trabajo. Los temas ambientales se manejan dentro de la lógica que rige las relaciones sociales de producción vigentes, de ahí que estén controlados por la lógica del mercado y en función de las ecuaciones económicas de las empresas o grupos de empresas.

En segundo lugar reconocer que los principales problemas ambientales que nos aquejan en conjunto –el  cambio climático y el agotamiento de reservas– son consecuencia ante todo de un modo de producción que prioriza la rápida circulación del capital y el aumento de las ganancias en los plazos más breves posibles. Eso conduce a acelerar el uso de recursos que son limitados y a promover un uso creciente de energía, que sigue siendo a nivel mundial proveniente ante todo, más de 80%, de recursos no renovables y generadores de gases de efecto invernadero.

A la luz de esas puntualizaciones vale la pena echar una mirada sobre algunas de las propuestas (en fase de proyectos, anuncios, intenciones, o cortinas de humo, vaya a saberse) que han estado en el tapete en estos días.

El Proyecto Neptuno

 Este proyecto para aumentar la producción de agua potable ya se ha aceptado por el gobierno. Su posible impacto ambiental aparece difuso, porque lo que se conoce del estudio del mismo deja la mayor parte de las posibles afectaciones al ambiente para ser verificadas luego de la puesta en marcha (algo así como “arrancamos y después vemos”). Parece claro que va a afectar el ecosistema costero y producir alteraciones en un área bastante amplia de almacenamiento y conducción del agua. Pero en este caso lo más importante es la intención –claramente opuesta a la disposición constitucional lograda con el plebiscito de 2004– de dejar en manos privadas la generación de agua potable. Viene al caso insistir en esto porque esa política privatizadora también está presente en otros proyectos anunciados.      

El hidrógeno “verde” 

El hidrógeno aparece como un posible sustituto de los combustibles fósiles para movilizar vehículos pesados de carga o transporte de larga distancia, para los cuales no es practicable el uso de motores eléctricos. De paso, vale decir que hablar solo de sustitución de combustible implica descartar a priori la movilidad mediante electricidad en línea (trenes eléctricos, por ejemplo). Se anuncia entonces con bombos y platillos el “proyecto Tambor” y alrededor del tambor marcha la comparsa a querer venderlo a los habitantes de Tambores, allá en el límite entre Paysandú y Tacuarembó. Promesa de grandes inversiones y muchos puestos de trabajo, para tratar de entusiasmar a los tamborenses y conseguir modificaciones a la normativa departamental para poder instalar una industria en zona rural.

La iniciativa es privada y proyecta instalar parques eólicos y solares para producir el hidrógeno a partir de agua y eventualmente con él producir metanol, el combustible alternativo para grandes barcos. Aire, agua y sol nuestros al servicio de inversores que harán su negocio. Nuestro ente público de combustibles mira de afuera.

Metanol a partir de basura- Esto ya había sido anunciado por el ministro Peña, pero el Día del Ambiente lo aprovecharon Orsi y Cosse para manifestar su acuerdo. Acá el negocio es más “transparente”: la poderosa naviera Maersk es la que promueve el proyecto para abastecer sus futuros barcos que ya están en construcción. Se anuncia que será a partir de residuos no recuperables, pero antecedentes de proyectos similares se concretan luego aprovechando residuos secos por su mayor rendimiento.

Todos anunciaron que esto complementa la clasificación de residuos, pero curiosamente la posibilidad de fabricar metanol ya estaba mencionada en el proyecto que presentó la Cámara de Industrias para aumentar la recuperación de residuos de envases. Teniendo en cuenta que proponen saltar de un 5 a un 30 % de recuperación y que actualmente no hay capacidad ni planes para procesar este aumento, no sería de extrañar que se esté pensando en incorporarlos al proyecto.

Las intendencias se entusiasman al ver una oportunidad de solucionar el tema de la basura, pero esto puede dejar de lado la posibilidad de una incorporación de trabajadores hoy informales, a puestos de trabajo dignos orientados a procesar los residuos que hoy se entierran o abandonan.

Algunos comentarios finales

 La mirada privatizadora es común a los tres casos, aunque el Neptuno está mas cerca de ser real, ya que se lo presenta como aprobado, pese a que le faltan autorizaciones ambientales En los demás casos, se trata de proyectos que empezarían a funcionar dentro de unos años. La “mirada hacia el futuro” parece ser un punto a favor de los promotores. Pero no sería la primera vez (recordemos Aratirí) que esto responde a un mero tráfico de proyectos: consultoras que los elaboran (a veces con apoyos o subsidios estatales) con el fin de venderlos a posibles inversores, que luego seguirán adelante o no con el proyecto.

Pero lo que falta, al menos en los dos últimos proyectos es la idea de general la mayor cantidad posible de valor dentro del territorio; priorizar la producción al comercio internacional –que  transfiere valor al capital mercantil, dominado por el capital financiero internacional–. Para producir hidrógeno quizás no se necesite una mega planta, si es que el destino fuera utilizarlo en generar nuevos productos. Para los residuos sólidos debería priorizarse su transformación en nuevos productos de uso nacional (compost, estructuras de plástico, funcionamiento de la fábrica de vidrio). En nuestras condiciones concretas hay que plantearse –al  menos plantearse– priorizar procesos intensivos en mano de obra, antes que tecnologías para disminuirla; en todo caso orientar el desarrollo tecnológico a disminuir no los puestos de trabajo, sino la carga de trabajo. Claro que esto implica derivar más valor hacia la remuneración del trabajo que hacia la ganancia del capital.

En resumen y volviendo al principio, la cuestión ambiental es bastante más que el cuidado del ambiente externo al hombre: tiene que ver con el modelo de país que se quiera construir, con el modo en que se genera la riqueza a partir de los recursos naturales y con la proyección hacia el futuro que garantice la sustentabilidad social.

 ¿Es compatible el país productivo con el cuidado del ambiente? Sí, pero para ello las tensiones entre el ambiente y el modelo de desarrollo económico no deberían resolverse dejando actuar al mercado y priorizando criterios de rentabilidad empresarial, sino atacando el modelo económico que está en la base del deterioro ambiental.