Cambios en la Hegemonía Mundial. Crisis en Ucrania

Por Francis Newton.

De acuerdo a lo afirmado por la politóloga Mònica Bruckmann, el sistema Internacional está atravesando por un momento de múltiples crisis, de globalización, sanitaria, económica y social, generando a su vez, cambios de envergadura, en el sistema político, con avances y retrocesos por parte de los principales actores del orden mundial. Es así que las viejas posiciones hegemónicas vigentes hasta hoy, desde fines del SXX, se han visto afectadas.

Esta situación está condicionada por significativos cambios que se han operado a principios del Siglo XXI, los cuales se aceleraron con la crisis del Covid 19, una de las más graves de los últimos 140 años, si medimos en términos de PBI per cápita.

Han sido las economías de occidente, las más afectadas por esta situación, EUA y Europa, ya que China mantuvo sus tasas de crecimiento.

Como consecuencia de lo aseverado precedentemente se ha operado un doble desplazamiento del dinamismo económico, desde las economías desarrolladas del norte hacia las economías emergentes del sur (especialmente las del sudeste asiático). Y, en segundo lugar, desde el Occidente hacia el Oriente.

Señala, acertadamente, Mónica Bruckmann, que este doble desplazamiento, evidencia un momento de transición hegemónica en el Sistema Internacional. China se posiciona en el orden mundial como nueva gran potencia y actores como India e Indonesia se proyectan como futuras potencias medias gracias a sus economías emergentes y su protagonismo en el desarrollo tecnológico y la investigación científica.

En el marco de su nuevo rol China ha logrado concretar un ambicioso Acuerdo de Libre Comercio, la Asociación Económica Integral (RECEP), que integra a China con los países de la ASEAN, Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda.

Sin embargo, su principal proyecto es la Nueva Ruta de la Seda, que pretende formar un conjunto de enlaces marítimos y ferroviarios con Europa pasando por Kazajistán, Rusia, Bielorrusia y Polonia para terminar en Alemania, Francia y el Reino Unido.

Aprovechando el declive los Estados Unidos como potencia hegemónica, que venía dándose desde la crisis del 2008 y se precipitó con la crisis política e institucional en el marco del Gobierno de Donald Trump, el gobierno de Xi Jinping instrumentó un conjunto de objetivos de desarrollo hacia el exterior, obedeciendo a una aproximación realista de Relaciones Internacionales. Es así que comienza a posicionarse como líder mundial, no solo económica y comercialmente, sino liderando en diversas materias como la agenda climática, la cooperación internacional, la lucha contra la pandemia del Coronavirus y por la vacunación global.

Consciente de su gradual desplazamiento a nivel internacional en el campo económico y de desarrollo científico, EE.UU., desde la caída del Muro de Berlín, focalizó su estrategia con el fin de mantener su posición hegemónica, acentuando la amenaza del uso de la fuerza militar. Centró su accionar, en el combate global al terrorismo, convertido en paradigma luego del episodio de las Torres Gemelas, y terminó en la Administración Trump con una retirada de los ámbitos multilaterales, debilitando a los organismos de la ONU. Se retiró del Club de París, incumpliendo con la contención del cambio climático y se desentendió del liderazgo de la alianza transatlántica.

Biden reacciona buscando recuperar el terreno perdido y, asumiendo la vergonzosa retirada de los EE. UU de Afganistán, reingresa a los ámbitos multilaterales, vuelve al Club de París e intenta retomar el liderazgo de la alianza con Europa, pretendiendo que la UE desarme el acuerdo de inversiones con China y detenga el inicio de la actividad del gasoducto del Mar Báltico.

Merkel, oportunamente le manifestó su oposición a ambos petitorios, señalando que China es, para la UE, un socio imprescindible y que el gasoducto entre Rusia y la UE es una iniciativa privada, que está listo para entrar en funciones y que sustituye al que, atravesando UCRANIA, provee de gas ruso a la UE.

Biden además enfrenta el avance hegemónico de China en dos frentes: América Latina y el Mar de la China.

En América Latina resulta notoria la presencia China, la cual, ávida de las materias primas que la región está en condiciones de proveer, desplaza, paulatinamente, a los EE.UU. y a la UE como sus principales inversores. También resulta evidente este desplazamiento en materia de intercambio comercial.

Asimismo, se constata un giro político, que indica el retorno de Gobiernos de corte progresista a la Región, lo cual dificulta el accionar del Gobierno de los EE. UU, más aún si se da el ascenso del progresismo en las elecciones de Colombia y Brasil, este año.

En el Mar de la China el conflicto entre China y los EE.UU. está adquiriendo paulatinamente, una extrema gravedad, ante el legítimo reclamo del Gobierno de Xi Jinping, de recuperar la soberanía, de su Nación, sobre la isla de Taiwán.

La reacción del Gobierno de Biden ha sido la de reforzar sus alianzas en la región creando el QUAD, alianza marítima entre India, Japón, Australia y los EE.UU., y muy recientemente, el AUKUS, también alianza de corte marítimo entre Australia, Reino Unido y los EE. UU, destinada a proteger sus intereses en el Indo Pacífico y desarrollar una estrategia de contención ante su adversario emergente.

CRISIS EN UCRANIA.

La política que está llevando a cabo Biden, con respecto a Ucrania, ha generado un serio enfrentamiento con Rusia, ante la pretensión del presidente de los EE.UU. de incorporar a esta nación al seno de la OTAN.

Para comprender el trasfondo de la crisis actual, debemos retrotraernos a los inicios de la Guerra Fría. En el año 1949 fue creada la OTAN, la cual estaba integrada por EE. UU, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia, Dinamarca, Noruega, Luxemburgo, Islandia, Bélgica, Países Bajos y Portugal. El objetivo de la misma era impedir la expansión del comunismo en la Europa Occidental, respondiendo, asimismo, a las directrices de los EE.UU.

En el año 1952 se suman Grecia y Turquía, en 1955 la República Federal Alemana y en 1982 España se incorpora a la organización.

En el año 1991 se produce el derrumbe de la Unión Soviética, contrariamente a lo prometido, verbalmente, por el entonces presidente George H.W Bush y su secretario de Estado, James Parker a Mijaíl Gorbachov, de que la OTAN no se expandiría en dirección a la frontera de Rusia, también asegurado por el Canciller Helmut Kohl, los EE.UU., liderando a la coalición, no ha cesado de extenderse hacia el este de Europa. A tales efectos no dudó en ejecutar acciones militares, para llevar a cabo su política de expansión en la ex Yugoeslavia.

Así pues, a partir de 1997 se sumaron a la OTAN, Hungría, Polonia y la República Checa, en 2004 se incorporaron Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania. En 2009 ingresan Croacia y Albania, en 2017 Montenegro y en marzo del 2020, Macedonia del Norte.

A esta política expansionista de la OTAN se deben sumar las acciones clandestinas, impulsadas por los EE.UU., que condujeron a la revolución de colores en el área exsoviética.

Preludio de la tensión hoy existente entre Rusia y los EE.UU. fue el golpe de Estado (2014), con activa participación de formaciones paramilitares neofascistas contra el presidente electo de Ucrania, Víctor Yanukovich, favorable a mantener una relación cordial con Putin. Estos hechos provocaron la reacción de Rusia, anexando a Crimea a la potencia eslava. Durante el golpe de estado animaba descaradamente los disturbios que se produjeron en Kiev, capital de Ucrania, la subsecretaria de Estado de los EE. UU, Victoria Neuland y el hoy fallecido senador estadounidense John MacCain.

Recientemente se generó una crisis política en Kazajistán, nación localizada en Asia Central, involucrando directamente a Rusia, en el envío de un contingente de 3.000 soldados, invocando el tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) del cual forman parte Rusia, Kazajistán, Bielorrusia, Armenia, Kirguizistán, Tayikistán, Uzbekistán, Georgia y Azerbaiyán.

Ante el avance de la OTAN hacia el este, Putin se ha fortalecido en lo que él denomina la defensa de la esfera de influencia rusa dentro del espacio postsoviético, queda en evidencia su intención de evitar la posibilidad de expansión del atlantismo hacia sus fronteras, particularmente en Ucrania y Georgia, y menos dispuesto está, a aceptar que Ucrania se integre a la OTAN.

Washington, Bruselas y Kiev han respondido con el mismo tono de disuasión, advirtiendo que no aceptarán una invasión rusa a Ucrania. Informes tanto rusos como occidentales señalan la existencia de tropas de Rusia en la frontera ruso-ucraniana, pero también contingentes militares polacos y de sus aliados de la OTAN en la frontera occidental del Ucrania, dirigiendo sus armas hacia Rusia.

Mientras los movimientos de tropas y pertrechos militares se acumulan en ambas fronteras, se entablan conversaciones entre las partes, infructuosamente.

Recientemente Rusia propuso a los EE.UU. y a la OTAN un documento base de discusión, para comenzar un proceso de desescalada, apostando a configurar un estatus de estabilidad a largo plazo en la zona. Esta propuesta fue rechazada tanto por el secretario de Estado de los EE.UU., como por el secretario general de la OTAN.

Rusia pretende asegurarse que Ucrania, no será aceptada como miembro de la OTAN y que no habrá colocación de lanzamisiles cercanos a su frontera en otros países miembros de la OTAN.

Con el estado de tensión ya al máximo ha empezado a operar la diplomacia europea, Macrón se ha trasladado a Moscú en busca de allanar el camino que permita lograr una distensión, y por su lado el canciller alemán, Olaf Scholz ha hecho lo propio, trasladándose a Washington para entablar conversaciones con el presidente Biden.

Putin claramente ha manifestado que no tiene intenciones de invadir Ucrania, pero le preocupa, indudablemente, el cerco que ha tendido la OTAN sobre las fronteras de Rusia ya que esta situación atenta contra la seguridad de su nación.

Concretamente le ha manifestado al presidente Macrón que está dispuesto a retirar sus tropas de la frontera con Ucrania, pero exige garantías que hasta el momento ni Biden, ni la OTAN están dispuestas a proporcionar.

Asimismo, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, insistió en que se debe imponer la diplomacia y no la guerra. En tal sentido manifestó su respaldo a las reuniones de los Cuatro de Normandía (Rusia, Ucrania, Francia y Alemania) para lograr el cumplimiento a los Acuerdos de Minsk, con miras a lograr la resolución del conflicto en el este de Ucrania, en la región del Donbass, en donde existe una importante minoría de origen ruso, que aspira a lograr una autonomía, con lo cual habría acuerdo en que la misma sea otorgada.

Por su parte en su reciente visita a Washington Olaf Scholz recibió, por parte del presidente Biden, la amenaza de que, los EE.UU. estaban dispuestos a destruir el gasoducto Nord Stream 2 si Rusia llegaba a invadir Ucrania.

Este gasoducto, construido por capitales rusos y alemanes, partiendo desde Rusia y atravesando el Mar Báltico, tiene la capacidad de proveer a la UE, a través de Alemania, del gas demandado para calefaccionar y proveer de energía a la industria alemana y a gran parte de la europea.

Esta amenaza, implicaría para Rusia, la pérdida de un importante mercado, en gran parte, compensada por la incesante demanda de China.

 Mientras tanto al no estar operativo este gasoducto, en gran parte debido a la tensión generada por la crisis de Ucrania, las multinacionales de exportación de gas licuado, han multiplicado, en los últimos meses, el envío de buques gaseros, a Europa, con un aumento de precio espectacular.

Todo indica que se está avanzando hacia una solución negociada de este conflicto, el respaldo dado a Rusia por parte de Xi Jinping en momentos en que Putin se trasladó a Pekín, como motivo del inicio de los Juegos Olímpicos de Invierno, equilibran las fuerzas en disputa.

Este equilibrio, marca el fin de un breve ciclo hegemónico, de los EE.UU. y sus aliados de la OTAN. Se abre paso a la acción de la Diplomacia, para que se encuentren los caminos que nos conduzcan a la Paz Mundial.

 

*La Introducción de este trabajo está basada en la Conferencia dictada por la politóloga Mónica Bruckmann de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro