Por R. Líster
Tuvo lugar en México, la sesión 2021 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que cerró con una declaración final, como es de uso, en la que se reivindica, por enésima vez, una serie de derechos soberanos correspondientes a los países miembros, y un llamado a la colaboración, solidaridad, y participación de los estados en la resolución de viejos problemas estructurales y, especialmente, en el rechazo a cualquier intervencionismo en asuntos nacionales por parte de un país ajeno.
Se resolvió repudiar el bloqueo a Cuba ya refrendado por la mayoría de los países del mundo en la ONU. Se encuentra además en controversia la actitud y toma de decisiones de la OEA en diferentes hechos cuando existe un sesgo evidente en contra de países puntuales: “…El canciller, mexicano Marcelo Ebrard, fue más allá e incluso aseguró que es hora de decir “adiós a la OEA en su sentido intervencionista, injerencista y hegemonista y que venga otra organización que construyamos políticamente en acuerdo con Estados Unidos”, declaró”, aunque pueda ser discutible pensar que EEUU cambie alguna vez su postura de policía del mundo. Quizás podamos comenzar a creerle cuando comience el cierre definitivo de sus bases militares “urbi et orbi”. De su lado, la OEA no ha tenido nunca intención de cambiar sus decisiones de forma independiente acorde a los intereses americanos, estando subordinada financieramente a EEUU quien pone sus condiciones y sus vetos.
Esta carta última que cerró la reunión en México abarca 32 puntos y es auspiciosa en el cumplimiento de todos ellos, respetando las posturas y diferencias de cada miembro en el uso de su libertad política y económica. Es imposible, o muy difícil, hacer recaudo de cada uno de los discursos de los 33 fundadores de la CELAC pero es de recibo que los problemas económicos y sociales abundan, perviven, y para el año que corre, pandemia mediante, probablemente hayan incrementado su influencia negativa en las sociedades americanas. Como último antecedente en materia de ayuda financiera global a los países americanos se encuentra la ALIANZA PARA EL PROGRESO impulsada por John Kennedy en 1961 como reflejo y “espanto” frente a la Cuba socialista. La prueba piloto no generó un impulso importante para el desarrollo ni significó un crecimiento económico en los años en que fue aplicada, pero trajo como contrapartida el recurso brindado por los golpes de estado para impedir, en el marco de la Guerra Fría, la llegada al poder de las izquierdas continentales. Este fue uno de los mecanismos aprobados por las agencias de seguridad que trabajaron en el plan con el objetivo de implantar una economía de libre mercado, imagen especular del capitalismo de la metrópolis. Los objetivos marcados por el plan Kennedy para América Latina como ser reforma agraria, alfabetización, industrialización, acceso a la vivienda, fortalecimiento de las instituciones democráticas y otros, naufragaron precisamente por debilidad histórica de estas últimas y el desesperado intento de impedir otros cambios revolucionarios en el continente. Hubo dinero para actividades productivas, pero también para actualizar y modernizar las fuerzas represivas nacionales mediante el envío de armas y asesores, lo que en último término fue un elemento crucial en el mantenimiento de un “patio trasero” debidamente controlado. La muerte de Ernesto Guevara en Bolivia hacia 1967 es un mojón conspicuo de las tareas encomendadas a los gobiernos títeres de la época, apoyados por las fuerzas de seguridad ya asignadas a tal efecto.
También en esta oportunidad Uruguay tuvo su exposición en la CELAC a través de la palabra del presidente Luis Lacalle Pou, quien entre otras temáticas haciendo hincapié en la democracia como valor capital universal aprovechó la oportunidad para poner en tela de juicio a los gobiernos de Cuba, Nicaragua, y Venezuela, pero olvidando concretamente la historia reciente de América Latina y el Caribe donde la intervención prepotente de EEUU, Guerra Fría mediante, y sin consulta alguna, decidió ante sí la invasión directa o indirecta de territorios (Panamá, Rep. Dominicana, Granada, Cuba, Nicaragua, Venezuela) o el auxilio directo en la implantación de dictaduras acordes a sus intereses geopolíticos: la primera experiencia piloto es de 1954 con la caída de Jacobo Arbenz, cuando Lacalle Pou no había nacido. Nada de eso mencionó nuestro presidente mostrando una gran falta de memoria histórica trasladando la culpa de falta de democracia a las víctimas del intervencionismo. El hecho de que los gobiernos estadounidenses, desde el comienzo de la Guerra Fría, nunca respetaron la democracia universal demuestra que por parte del gobierno herrerista, el apoyo a la política exterior estadounidense sigue vigente y acentuada. La deriva autoritaria de algunos de los países mencionados va por otros carriles y no escapan a ninguna crítica, pero es de orden mantener una honestidad histórica mínima y no vender el rico patrimonio ético para tener contenta a la tribuna liberal-conservadora del continente.
Es sabido que el apoyo ideológico a la potencia del norte viene de lejos y puede retrotraerse a la finalización de la Segunda Guerra cuando, en un sentido estratégico y llamando al Sur del Río Bravo como su “patio trasero”, EEUU comenzó una etapa de consolidación de su poder político y militar desde Centroamérica hasta la Patagonia. Existen documentos desagregados desde los National Archives y otros emitidos por las fuerzas represivas de los países asesorados, que no dejan dudas al respecto. Mediante “ayudas” en préstamos, armas, consultorías y asesoramientos solapados, además del apoyo de agencias de seguridad como la CIA, la NSA, el Pentágono, la USAID, y agentes encubiertos, la telaraña imperial se fue compenetrando de los asuntos internos de los países americanos, a tal punto que marcaba la agenda política, y sobre todo la represiva, en los años de plomo luego del triunfo de la Revolución Cubana. Cuba fue el único país donde los marines y algunos mercenarios contratados desde Miami fracasaron en su intento de invasión y sufrieron una derrota aplastante, lo que no detuvo el intervencionismo: se modificaron las reglas de juego y se implementó el embargo por mar y aire hasta el siglo XXI, de la mano y la pluma de más de 10 presidentes norteamericanos, hasta la llegada de Barack Obama y un tibio deshielo.
En tiempos actuales la influencia político-económica de la potencia del norte quizás ya no tenga la fuerza de otros tiempos cuando en el horizonte del imperio ha surgido un antagonista audaz, inteligente, y abrumadoramente competitivo en todos los ámbitos de la vida comercial. Sin embargo, la actitud hacia América Latina no ha sido similar a la establecida por el plan Kennedy ni tampoco se han jugado otras cartas menos diplomáticas---llamémosle por su nombre: golpes de Estado---- para sortear esta nueva etapa. La influencia ha pasado a ser cultural y silenciosa, aunque se sabe por investigaciones realizadas del poder de las embajadas detrás del trono sito en Washington DC.
Según el presidente mexicano López Obrador el dinero puesto en el Plan Marshall de 1945 fue muy superior a lo invertido en la Alianza para el Progreso, cuyos resultados en uno y otro caso han sido diametralmente opuestos, observando hoy la grilla de los países más poderosos del orbe. ¿Cuál puede haber sido la causa de tal diferencia? Sugerimos una que nos parece elemental: la contención de la influencia política e ideológica de la otrora Unión Soviética en Europa luego de su éxito frente a la hipérbole nazi. Una conceptualización puramente sesgada que no tenía contrapartida en América Latina donde, por el reparto de territorios a través de varios tratados con la URSS, ---Yalta y Potsdam----EEUU fungía de tutor de sus nuevas “colonias” desde el río Bravo hasta el Estrecho de Magallanes.
A partir de allí, tuvo las manos libres para implantar su modelo de democracia y sus dictaduras amigas, según aserto del presidente-actor Ronald Reagan refiriéndose entre otros, a Pinochet. En su exposición ante la CELAC, ningún dato que responda a esta historia fue tampoco mencionada por el señor presidente uruguayo, denotando que el dislate provocador e innecesario que expuso en México -con guión ya preparado- tiene otras derivaciones de las que los futuros inversores han tomado nota y pueden confiar en que les serán dadas todas las garantías “democráticas” para un buen negocio.
La no inclusión de China en su oratoria como país violador de los derechos humanos y ejemplo mundial anti-democrático junto a una miríada de naciones, tiene su validez utilitaria una vez que se ha solicitado un TLC con el gigante asiático y que las presiones de las cámaras empresariales han hecho un trabajo de campo largo y uniforme para conseguirlo. En el siglo XIX, el primer ministro del Reino Unido Henry John Temple, más conocido como Lord Palmerston, esbozó un aserto que daría la vuelta al planeta y que tiene una vigencia inexcusable aplicable sin más en momentos de cruda competencia comercial con la emergente China comunista: “…los países no tienen amigos ni enemigos, solo tienen intereses…” Aunque la coyuntura histórica mostraba a Inglaterra como una todavía potencia mundial, las palabras de Palmerston dejaban en claro y confirmaban por si hacía falta, quien era el conductor y artífice del comercio mundial en esos tiempos, y quién manejaba los términos de intercambio que recorrían el orbe conocido en plena Revolución Industrial: diría Palmerston, los verdaderos intereses son los nuestros, no los otros. Otro protagonismo es el de China en el siglo XXI después de varias décadas en que la directiva del PC chino hizo un giro copernicano en su política económica pasando a ser un referente ineludible para cualquier nación que le interese vender sus materias primas. Por allí es que puede interpretarse el silencio de Lacalle Pou acerca de las bondades poco democráticas de su posible futuro aliado comercial, pero recorriendo la historia latinoamericana luce como una soberbia desmedida y por elevación, un culto a la obsecuencia, realizando críticas a países pobres que hoy no significan mucho en los ingresos del Uruguay en materia de exportaciones. Olvidando además, o no, la intervención de médicos cubanos en las operaciones de cataratas que lograron ser un apoyo técnico inconmensurable para ciudadanos que jamás hubieran podido pagar una operación semejante cotizada en la plaza uruguaya a precios en dólares.
Desde otro plano, más apegado a la emergencia de notorios personajes del mundillo liberal reaccionario, el discurso bien pudo ser armado a instancias del aplauso de la tribuna además de apostar a una buena letra con los futuros negocios, o supuestos, que las reuniones en Nueva York pueden hacer surgir para estimular la producción nacional en pleno retiro de la pandemia. En todo caso, la campaña electoral en curso que nunca dejó de detenerse a pesar de hacer ya casi 2 años de comienzo de la nueva legislatura, ha recibido una extrapolación a los ámbitos regionales para reforzar el discurso liberal e intentar liderar la nueva época en que el relato progresista ha sufrido un serio revés, con algunas excepciones como la de Bolivia, y en menor medida, y con un serio retroceso, como la de Argentina. Sin duda, la praxis neoliberal busca nuevos aliados que impidan el regreso del Estado como elemento central en las políticas públicas. Es un hecho consumado y más allá de giros lingüísticos a la moda, “…de todas partes vienen…” que los adalides de la libertad sostienen como único relato frente a la globalización y sus problemas.