Petróleo y diamantes sigue el infierno en el Medio Oriente

           

Por: Griselda Leal Rovira 

El lujo desmedido de grandes palacios, autos bañados en oro y piedras preciosas de Arabia Saudita y de Emiratos Árabes Unidos contrasta de una manera grosera con su víctima: el país vecino de Yemen. 

Desde hace cinco años estos dos países en conjunto están librando una terrible guerra con el fin de apoderarse las riquezas de petróleo y gas y el control de los barcos petroleros que pasan frente a su territorio, sumado a que el país tenía y tiene problemas de mala gestión y corrupción con gobiernos títeres, de manera tal que  quienes resultan víctimas de esta situación son unos 11 millones de habitantes.

Arabia Saudita es una monarquía, el rey es simbólico, porque quien manda es el joven príncipe Mohamad Bin Salman, persona despiadada que por ejemplo no dudó  en dar la orden de asesinar y descuartizar a un periodista que se le oponía. En este momento su economía se ha visto algo debilitada por la baja precipitada del barril de petróleo, además del fantasma del coronavirus que lo ha llevado a refugiarse en una isla, ya que en su familia hay unas 150 personas infestadas.

Emiratos Árabes es una Monarquía Federal compuesta por 7 Emiratos con un Jeque a la cabeza, aunque quien de hecho gobierna es el príncipe heredero de Abudabi.

Desde fines de 2019 este país ha entrado en negociaciones con Irán, país enemigo de los saudíes, lo que ha roto el acuerdo entre ambos y ahora se enfrentan, teniendo la intención de repartirse el territorio de Yemen.

En estos años de guerra se han producido alrededor de 100 mil víctimas, incluidos niños, y ahora no sólo han matado las armas de fuego, sino además el coronavirus, el cólera, la desnutrición, las lluvias, inundaciones y tormentas. Hay carencia de alimentos, medicinas y hospitales.

La ONU los ha exhortado a detener el conflicto, sobre todo teniendo en cuenta la pandemia que azota el planeta, pero la guerra continúa.

Hay demasiados intereses encontrados y complejos en la región que impiden el retorno de la paz. 

Por otra parte, también en Libia continúa el conflicto armado con los mismos protagonistas, que no ha cesado desde el asesinato de Muamar Gadafi hace casi 9 años. 

Además del tema de los enfrentamientos, está el negocio de la venta de armas.

Los países de occidente necesitan que la guerra continúe porque desean seguir vendiendo armas, en especial Estados Unidos, pero también el Reino Unido, Francia, Alemania y España. A esto se suma la venta de armas en el mercado negro.

Por otra parte Israel juega un papel importante, principal aliado de Estado Unidos, y enemigo declarado de Irán, que ha manifestado tener armamento nuclear aunque fuera de la legalidad.

En este momento hay un desacuerdo entre Donald Trump y Europa, Rusia y China, dado que es la intención del presidente de Estados Unidos romper el acuerdo nuclear con Irán.

Por otra parte Irán acaba de poner en órbita su primer satélite espía militar que permite descifrar nuevas tecnologías de la información. El mismo recorre Estados Unidos y América Latina.

El país del norte ha entrado en pánico dado que aquél país tiene la posibilidad de tener mayor incidencia en el continente, especialmente en Venezuela.

Pese a que Irán lo niega, no se descarta que pueda contar con misiles intercontinentales.

En distintos países del mundo existen por lo menos 10 satélites en construcción y 5 prontos para enviar, con lo que el dominio mundial se diversifica de una manera que no beneficia a las grandes potencias.

Mientras que sobre todo el planeta pende la espada de Damocles de la pandemia, los conflictos no cesan y el globo se convierte en un verdadero caos.

En un mundo cada vez mas intercomunicado no podemos mirar para el costado y pensar que a nosotros no nos atañe.

Tal vez estemos tocando fondo para poder remontar.

Lo que es cierto es que los grandes poderes no se las están viendo fácil y los pueblos menos.

Lo primero es estar informado.