El TIAR* resucitado: prepotencia imperial y servilismo continental

  

Escribe Fernando Aparicio

La 2ª Guerra Mundial impactó de múltiples formas en América Latina. En primer lugar consolidó de manera definitiva el relevo de la hegemonía imperial: EEUU tomó la posta y el viejo león británico luchó por su supervivencia en la contienda y por mantener su imperio colonial en la posguerra.

Iniciado el conflicto en setiembre de 1939, en Panamá se reunió una Conferencia Panamericana, continuando los esfuerzos que desde 1889, realizaba EEUU para alinear a los países del continente tras sus intereses. La 2ª Guerra fue una oportunidad única y no fue desaprovechada por la potencia del Norte. En la mencionada conferencia de Panamá se afirmó la neutralidad de Latinoamérica en sintonía con la neutralidad norteamericana.

En 1940, con casi toda Europa bajo control del Eje y con Gran Bretaña batallando sola, Washington logra hacerse con el control de las bases militares inglesas desde Groenlandia hasta el Caribe, a cambio de entregar 50 destructores. Fue en ese marco por ejemplo, que logró obtener bases en Brasil y gestionó la construcción de bases en Uruguay.

En ese mismo 1940 y en  otra conferencia panamericana, esta vez en La Habana, no solo se reafirma la “neutralidad”, sino que también se apoyan las medidas defensivas adoptadas por “el gran hermano del norte” en cuanto a “áreas navales defensivas”. Japón cambia la dimensión del conflicto con su ataque a Pearl Harbor en diciembre de 1941. En enero de 1942, la conferencia de Río de Janeiro propicia la ruptura de relaciones diplomáticas del continente con los países del Eje. Brasil y Cuba fueron más allá, y declararon la guerra. Brasil bajo Getulio Vargas envía incluso al Cuerpo Expedicionario Brasileño a pelear en Europa.

Claro está que la “neutralidad” norteamericana y latinoamericana, lo fueron más en teoría que en la realidad. Ostensible fue el apoyo brindado a Gran Bretaña aún antes del 7de diciembre de 1941. Con cuentagotas, y por razones obvias, durante el conflicto la ayuda y “asistencia” militar de Estados Unidos a sus vecinos del sur fue escasa, pero no por ello careció de importancia política.

Paralelo a la conferencia de Yalta (febrero de 1945), el panamericanismo conoció la conferencia de Chapultepec en México, con el telón de fondeo de un bando aliado vencedor. Dos fueron sus más importantes resoluciones. Echar las bases de una cooperación militar permanente; y promover la declaración de guerra a Alemania y Japón. Voces como las de Luis A. de Herrera araban en el desierto al proclamar “la indignidad de declararle la guerra a un vencido”. El “aliadismo” generó consensos. Conservadores, liberales, izquierdas (socialistas desde siempre, y comunistas desde el fin del pacto germano-soviético y la invasión hitleriana a la URSS), mancomunaron esfuerzos. El neutralismo fue tildado de pro nazi-fascista. El gobierno nacionalista de Gualberto Villarroel en Bolivia (1943-1946), el naciente peronismo (1944-1946), o el herrerismo oriental, debieron pagar la ira de los aliadófilos.

Embajadas sajonas, partidos, prensa escrita y radios, la “democracia del norte” en fin todo el poder en sus múltiples formas, fomentaban un aliadismo en el cual la presencia y los intereses imperiales se diluían. Los partidos comunistas del continente se hicieron también “roosveltianos”.

Sólo la guerra fría, insinuada en 1946 y declarada en 1947 (creación de la CIA, Doctrina Truman y Plan Marshall) volvió a los comunistas latinoamericanos nuevamente antiimperialistas. En los partidos socialistas las tendencia filo-norteamericanas sobrevivieron por mucho tiempo (en algunos de ellos, por siempre).

Pero la presión diplomática, cultural, informativa y militar norteamericana, sólo pudo funcionar gracias los “partenaires” locales de derecha e izquierda. A Villarroel en Bolivia lo voltearon la oligarquía y sus partidos, la embajada estadounidense, el ejército y casi toda las formaciones de izquierda del país. Corría 1946. En Argentina el mismo espectro formó la Unión Democrática en 1945-46, para impedir la victoria electoral de Juan Perón.

Un invalorable servidor de la estrategia e intereses oligárquico-norteamericanos, fue el canciller uruguayo Eduardo Rodríguez Larreta. Su famosa “doctrina”, le fue dictada por el Departamento de Estado: si la situación interna de un país del continente, por “antidemocrática”, ponía en riesgo la estabilidad hemisférica, era válida la intervención multilateral (incluso armada), para restablecer el orden “democrático”. Concepto este que no abarcaba por cierto a los regímenes oligárquicos de derecha, subordinados a los intereses extranjeros. Los destinatarios eran los movimientos nacional-populares, cuya esencia era opuesta a los intereses hegemónicos estadounidenses.

Ambiente propicio para el surgimiento del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947, y de la Organización de Estados Americanos en 1948. El primero instituyó la defensa mutua ante amenazas externas al continente (léase URSS). La segunda institucionalizó el panamericanismo bajo la batuta estadounidense. La OEA, ”ministerio de colonias” como se la llamó con acierto, propició el aislamiento del gobierno nacional-revolucionario de Jacobo Arbenz en la Guatemala de 1954, paso previo para su derrocamiento de la mano de la CIA, de mercenarios pagados por ella y por la mayoría del ejército guatemalteco.

También la intervención norteamericana en la República Dominicana en 1965, destinada a impedir el retorno del progresista presidente Juan Bosch, contó con la pantalla de la OEA. Gracias a esa intervención se perpetuó el trujillismo sin Trujillo en el país antillano.

Inoperante y cómplice resultó la OEA ante las invasiones norteamericanas en Granada (1983) y Panamá (1989). También sirvió para reforzar el aislamiento de Cuba luego de su expulsión del organismo en 1962.

El TIAR tuvo su momento de sinceramiento, cuando se lo pretendió invocar en la crisis de las Malvinas. EEUU optó por Gran Bretaña y por la OTAN. Al desnudo quedó allí su naturaleza.

Hoy la crisis venezolana resucita un cadáver. Invocar al vetusto TIAR, es doblemente absurdo, pero es revelador y sumamente peligroso. Absurdo por los motivos por los que se lo invoca y por quienes son sus convocantes. Los gobiernos obsecuentes del continente, encabezados por los Macri, Piñera, Duque, Bolsonaro y Abdo Benítez.

Rechazar la impostura no debe ser interpretado como defensa del gobierno de Maduro, uno más que bastardea el nombre del socialismo. Inepto, corrupto y represor. Pero grave error sería apoyar una intervención de EEUU y sus comparsas; o reconocer la más mínima legitimidad a un pelele, verdadero paradigma del cipayo, como lo es Juan Guaidó.

El imperialismo norteamericano sigue existiendo, ahora desafiado por nuevas fuerzas a nivel mundial y por ello se aferra con más fuerza a la “lealtad” de su patio trasero. Existe aunque desde el progresismo solo se lo mencione elípticamente, al igual que las oligarquías (reformuladas esos sí), a las que ese mismo progresismo solo nombre ocasionalmente en medio de algún discurso electorero. Uno y otras siguen contando con sus serviles y obsecuentes. Luis Almagro tiene su antecedente en Eduardo Rodríguez Larreta. Tiene sus correlatos en Mieres, Lacalle Pou y Talvi. Sólo ven en la digna posición adoptada por el gobierno uruguayo y su canciller, “la complicidad con la dictadura madurista”. Perciben un “vergonzoso aislamiento” del Uruguay en el concierto americano, o un retroceso en la “inserción en el mundo” (muletilla del macrismo en Argentina). Incapaces –o no- de ver qué se esconde y puede venir detrás de la invocación al TIAR.

Los gobiernos del Frente Amplio han sido timoratos –e inclusos claudicantes- en muchos aspectos. En política exterior tres han sido sus más notorios aciertos: haber acompañado el enterramiento del ALCA; el reconocer al Estado palestino, resistiendo la presión del lobby sionista en el Uruguay (en lo que hoy reaparecen muestras de inconsecuencia, incluso en el candidato oficialista); y haber votado en contra de la propuesta anti-venezolana promovida con la invocación del TIAR.

Una pregunta queda flotando: ¿era necesario llegar hasta aquí, para retirarse del TIAR? ¿Por qué no haber seguido a México que se retiró en el 2002, o a Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua que se retiraron del engendro en el 2012?

 * TIAR: Tratado Interamericano de Asistencia recíproca -1947.