Semblanza de un socialista:
En memoria de Enrique del Valle Ibarlucea
Escribe: Edmundo Ballesteros
Esta semblanza es para recordar y conocer en breves pinceladas, algo de la vida de un socialista radical, ayer desaforado hoy olvidado, que adelantado en su época, fue feminista consecuente y partidario decidido de la revolución soviética en el seno el viejo Partido Socialista Argentino.
Enrique del Valle Ibarlucea (1877-1921), primer senador socialista en América Latina en los albores del siglo XX, -figura disonante en las filas del partido socialista argentino-, hace parte de los olvidados y desconocidos. Vivió sus años con una intensidad que asombra y conmueve. Hoy, pensando en las nuevas generaciones militantes nos parece importante evocar su figura a través de una ligera semblanza. Algunos de los ejes de su lucha librada hace más de un siglo, hoy tienen plena vigencia, como por ejemplo el del feminismo socialista. Se incorpora a la militancia de la mano de las mujeres socialistas que en 1902 son quienes lo acercan a las filas del PSA, a través del Centro Socialista Femenino animado por Alicia Moreau.
Nació en Castro Urdiales,( España), y al llegar a la Argentina se radica primero en Rosario, luego se traslada a Bs Aires, a realizar sus estudios universitarios y egresa, a los 25 años, de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos con diploma de honor.. Su tesis, dirigida por Joaquín V. González y Pedro Luro, versaba en torno a dos ejes: la emancipación civil de las mujeres y la necesidad de incluir el divorcio en el Código vigente. Corría el año 1902
Además de ejercer como abogado y periodista dictó diversos seminarios en el Colegio Nacional Central, denominado años después Colegio Nacional de Buenos Aires. El cuerpo docente de ese Colegio elevó en 1921 una carta a las autoridades pidiendo la expulsión de Del Valle “por subversivo”.
Desde el inicio de su acción militante adhirió al marxismo fuertemente influido por los escritos de Karl Kausky, oponiéndose al bersteinismo, que tenía un gran peso y predica dentro del partido fundado por Juan B Justo y abrazó la causa del socialismo no porque fuera el producto de una ley de la historia, sino porque siempre consideró que era la causa de los postergados, de los humillados, de los derrotados y de las excluidas.
Uno de los rasgos fundamentales de su trayectoria es haber sido, desde su temprano compromiso político, un nexo político entre el mundo masculino partidario del socialismo, y lo que comenzaba a articularse como movimiento feminista.
Del Valle luchaba dentro de las concepciones y praxis del feminismo socialista por desnaturalizar los roles sexuales, es decir, intentaba cuestionar la violencia simbólica que organizaban las posiciones masculinas y femeninas en la sociedad.
Por eso, en su concepción educativa es central el desplazamiento de los estereotipos de género en la conceptualización. Su particular elaboración de las vinculaciones entre género y ciudadanía se darían –según su cosmovisión– a través de propuestas educativas “modernas”, “democráticas” y abiertas a ambos sexos, provoca una desnaturalización de los estereotipos de los géneros en la educación. A su vez, esta desnaturalización de los mandatos definidos para cada sexo, para Del Valle, se produce a partir de dos vías principales: en primer lugar, a partir de la historización de los procesos sociales, es decir, acudiendo al relato histórico. En segundo lugar, desvinculando a las niñas de los prejuicios impuestos por sus predecesores. Y ésta última sería, precisamente, la función específica de la educación. En este sentido, en su conceptualización, historia y educación se entrelazan en forma inescindible, dialéctica, para dar lugar a un cuestionamiento original y radicalizado de las formas establecidas en su época para “ser” mujer y para “ser” varón.
Le resultó básico cuestionar la violencia simbólica que organizaba las posiciones masculinas y femeninas en la sociedad, porque en su condición de socialista concebía las diferencias sexuales.
En el contexto histórico que lo tocó vivir y en el tiempo donde desarrolló su accionar una de sus preocupaciones mayores fue la situación que vivía la mujer en general, sometida de hecho y de derecho al hombre, y en su condición de trabajadora, a peores condiciones de explotación.
Su impronta ideológica de socialista radical, libertario y de base atea, fue muy fuerte, este breve cita de un discurso de 1908 en el teatro Belgrano de Tucumán así lo comprueba, situando su accionar dentro de las coordenadas de un socialismo que, por naturaleza y vocación, se enfrentaba al oscurantismo religioso y al imperio burgués, donde afirmaba “ El hombre no tiene alma, no hay Dios, la religión es cómplice de los burgueses y capitalista, la propiedad es un robo, los sacerdotes son ogros que hay que degollar, el gobierno es el mal que hay que extirpar , el hombre y la mujer deben vivir en el amor libre”.
La historiadora y socióloga Dora Barrancos lo definió como un "emblemático amigo de la causa femenina".
Como parlamentario, continuó el camino desbrozado por Alfredo Palacios, en relación a la legislación obrera y social, y le tocó promover iniciativas parlamentarias pioneras de avanzadas en un senado claramente oligárquico. Cuando obtuvo su banca en 1913 algunos querían impedir que la asumiera, por su calidad de extranjero y por sus ideas disolventes, proclamaban que su elección había sido el producto de una conspiración de los inmigrantes para atentar contra las esencias nacionales.
Entre sus primeros proyectos cabe evocar la derogación de las leyes de residencia y defensa social, ambas de marcado contenido antiobrero y contrarias a la libertad. Elaboró un proyecto para suprimir la pena de muerte de la legislación penal y tres años más tarde presentó otro por la "Emancipación civil de la mujer", Por esto, un miembro de la Cámara lo calificó como "el primer legislador que buscaba la opinión pública antes que la opinión del Congreso", lo que ayer y hoy marca una actitud socialista no subsumida en el mero parlamentarismo.
Sus iniciativas parlamentarias implicaban cambios en los derechos de las embarazadas, las potestades civiles de las mujeres y las relaciones patrimoniales de los cónyuges. Aunque no prosperó, sirvió de antecedente para que posteriormente se aprobara la ley que quitaría finalmente las funciones tutelares del marido sobre la esposa.
También propugnó y peleó en 1920 por incorporar en el Código Penal el aborto no punible, tema que todavía no ha logrado saldar la sociedad argentina
Dentro de aquel PSA, librecambista y reformista expresó el ala radical sosteniendo: "La socialización consiste en poner en manos de órganos representativos de la sociedad y en los elementos productores, la administración de las industrias y de los servicios públicos".
Pero lo más trascendente fue el final de su trayectoria política, asociado con el apoyo decidido a la Revolución Rusa, su postura a favor de adherir a la III Internacional sin restricciones de ninguna especie, propiciando el camino de la insurgencia hasta producir el derrocamiento violento de régimen capitalista . Su postura de apoyo y adhesión a la revolución bolchevique ,- siendo senador en ejercicio-, motivó su desafuero a partir del discurso del 9 de enero de 1921 en el IV Congreso Extraordinario del Partido Socialista en Bahía Blanca. A raíz de esa alocución, el juez federal Emilio Marenco, le inició una absurda causa judicial, por sedición y sin ninguna autoridad moral, solicitó su desafuero, la anulación de su carta de ciudadanía y su posterior expulsión del país. Su condena fue un acto canalla de criminalización de las opiniones y el pensamiento. Con los votos conservadores y algunos radicales, la Cámara hizo lugar lugar al desafuero: diecisiete senadores, nueve conservadores y ocho radicales, lo aprobaron. Tan solo cinco senadores no se sumaron a la oprobiosa decisión. Del Valle estaba gravemente enfermo, pero logra realizar una sola intervención, exhibiendo graves dificultades para hacer audible su exposición : “Como hombre de lucha y de combate no temo los peligros y las amenazas”, sus palabras quedaron registradas en las actas y casi un siglo después puede decirse que una frase suya es más valiosa que los prolongados discursos de sus censores.
En otro momento de su intervención, Del Valle dijo: “No temo la decisión de los señores senadores y los jueces; sé cómo piensa la mayoría de ellos porque conozco sus manifestaciones en el curso de esta discusión y por tal razón, dirigiéndome a la mayoría, no puedo al terminar sino repetir la frase célebre: en vano busco entre vosotros jueces, pues solo encuentro acusadores”.
Tan solo un mes después de ser desaforado Del Valle muere a consecuencia de la enfermedad que padecía.
Enrique Del Valle Ibarlucea mantuvo lazos estrechos de colaboración y amistad con los socialistas orientales, a quienes acompaño en sus actividades políticas y sus primigenias comparecencias electorales de esos años pioneros.