La guerra siempre fue un gran negocio. No solo se eliminan adversarios…
se conquistan riquezas... Cada minuto de guerra, en cualquier momento o lugar, importa un gasto muy grande, que alguien debe financiar. Y ya en la época contemporánea, no solo es negocio ganar y destruir… también reconstruir.
Si un general estadounidense como Eisenhower, cuando sale de su presidencia, alerta sobre el “complejo industrial-militar”, diríamos que nos exime de más comentarios.
Sucede que la primera mitad del siglo XX fue catastrófico... dos guerras de alcance mundial, y una crisis -también mundial-, en los 30. El miedo a los posibles cambios sociales llevó al capitalismo a plantearse una suerte de “gobierno” mundial… aunque arrancando con la parte monetaria y financiera -FMI y Banco Mundial mediante-, que fue el antecedente del camino europeo… que ya hace agua por todos lados.
Crear mecanismos para prever crisis y guerras parecía una buena idea, solo que nunca previeron ninguna crisis, ni detuvieron ninguna guerra.
Como el engaño mostró pronto su ineficacia, hubo de desarrollarse una estrategia muy fuerte de desinformación, control ideológico y promoción de los valores inherentes al imperio, para encubrir su naturaleza depredadora, violenta, explotadora y mentirosa… un taparrabos que solo tiene efectos con la casi total ausencia de alternativas, la complicidad de muchos, en particular, de una izquierda que, como en el final del siglo XIX, perdió casi todo rumbo cuestionador.
El imperio tiene como firme aliado, desde siempre, al Partido Amarillo radicado en un km2 de Roma, el partido más viejo del mundo, el más pérfido, no solo por ser una cueva de abusadores de menores, sino por vivir del Miedo… el tema que queremos plantear, justamente.
Los imperios se construyen a través de la violencia, y se mantienen por la misma vía. Pero como ya fue planteado, la guerra siempre es cara... es más barato sembrar el Miedo y dejar que el mismo haga su trabajo.
Es cierto que todos los imperios han caído, pero también que los han obligado a caer.
En la búsqueda de caminos (atajos, más bien) la izquierda ha apelado a muchos “caminos” sin salida... uno de ellos, la de militares progresistas... la de presidentes amables... como Obama, consagrado Príncipe de la Paz antes de asumir, bendecido con el Nobel correspondiente y quien logró ser el presidente más guerrerista de los EE.UU. Ahora es la “multipolaridad”, vista como efecto de un proceso de debilitamiento del imperio. Cuesta decirlo, pero es más que probable que si fuera cierto -si la tendencia se afirma- entremos en un periodo muy peligroso para la vida del planeta. Ningún imperio se rinde, se lo vence luego de cruentos esfuerzos. Miremos nuestra sociedad.
Hubo un régimen dictatorial, que no cayó del cielo, sino que fue promovido y aprovechado por la burguesía, casi en su totalidad, por motivos diferentes pero confluyentes. No es que fuera inminente una apropiación del factor productivo más importante... la Tierra. Pero una sociedad con paros y huelgas, movilizaciones callejeras y acciones armadas, a la larga golpea sobre la generación de plusvalía.
El Partido Militar, y sus muchos aliados, se aprovechó de la ocasión, y pasó a ser un elemento más del entramado político, lo cual era habitual en la región, pero no tanto por aquí. Desplazado del Gobierno, pero no de las nuevas “conquistas”, aceptó dejar el Gobierno, aunque ahora vuelve bajo el ropaje de un Partido más tradicional.
Además de desastre de manejo, que le valió la desafectación de una gran parte de la base social de apoyo, dejó como “herencia” un elemento novedoso, al menos para varias generaciones de ciudadanos... el Miedo.
Ahora se sabe lo que puede pasar si alguno se atreve a plantear temas que van a la raíz de los problemas. Y es entonces que, en este país donde no existía la “derecha” política (¡todos eran de “centro”!), ahora no existe la izquierda… o casi.
En suma: el mundo tiene una historia de violencias, milenarias y es lógico esperar que siga, hasta que se eliminen las raíces de la injusticia, objetivo que no será ni fácil ni incruento y -en especial- esperar que “otros” asuman las tareas del tránsito, además de ilusorio, es apartarse de una condición elemental de “izquierda”: creer también que una cierta dispersión del poder mundial facilita las cosas, (la multipolaridad) también puede ser funesta. Es probable que los complique mucho más aún.
(Le Noir, 24 de abril de 2023).