Azerbaiyan invade Armenia a sangre y fuego

Por: Garabed Arakelian

Sin preocuparse por declarar la guerra, ni presentar excusas por la iniciativa, Azerbaijan volvió a invadir al estado soberano de la República de Armenia el pasado 11 de setiembre y avanzó un centenar de kilómetros destruyendo por lo menos seis poblaciones establecidas  desde hace muchísimos años en la zona fronteriza entre ambos países.

Técnicamente no puede hablarse entonces de ruptura de relaciones pero si del fin de las negociaciones que se mantenían en búsqueda de un compromiso de paz duradero. Las mismas se acordaron en el marco de una negociación de carácter internacional y también regional y ahora han sido destruidas. Las partes comprometidas  en la firma de dicho acuerdo hasta ahora no se han dado por enteradas y es muy probable que no asuman esa responsabilidad.

El tema llegó hasta la Comisión de Seguridad de las Naciones Unidas en la cual el representante permanente de la Federación Rusa, Neznyan, rebajó la gravedad del hecho calificándolo de “disputa fronteriza”.

Es muy difícil que los demás países que integran esa comisión, países europeos mayoritariamente, tomen una decisión que afecte sus relaciones con Azerbaijan con la cual hace pocos días han firmado acuerdos de suministro de gas como salida al racionamiento que les impone Rusia en respuesta al respaldo que ellos le brindan a Ucrania. En esa compleja realidad de intereses cruzados  el derecho internacional y los derechos humanos no tienen fuerza para imponerse o apenas ser puestos en consideración. Desprovista incluso del somero respaldo en el plano declarativo que podría brindarle Rusia. Armenia y Artzaj (ex Naghorno Garabagh), están en  manos de Azerbaiján y Turquía que actúan coordinadamente en su afán de consolidar el nuevo imperio otomano.

Desde el punto de vista de su extensión territorial las dos repúblicas armenias apenas llegan a los 30 mil kilómetros cuadrados, algo equiparable con  Bélgica o similar a la suma de la superficie de dos o tres departamentos del Uruguay con una población en conjunto que no llega a los tres millones de personas.

La república de Turquía que se creó, sobre la base del Imperio Otomano  fue una concesión a los requisitos de la revolución industrial que no podía avanzar cargando con “el enfermo de Oriente”, como llamaban al imperio desfallecido. Pero este, aún derrotado, puso sus condiciones y una de ellas, entre otras, fue el derecho a negar el genocidio cometido contra los armenios y le fue otorgado. Ese maridaje diplomático internacional también incluyó concesiones territoriales.

En 1920, Turquí hizo el intento definitivo y feroz de terminar con la cuestión armenia, terminando con los armenios,  y se lanzó sobre los restos de lo quedaba a salvo después del genocidio, pero no prosperó en su intento. Al mismo tiempo se sucedían deciciones importantes en la región.

La creación arbitraria en 1920 de un estado antes inexistente como Azerbaiján y con población mayoritariamente de origen tártaro, llamó la atención pero las grandes potencias  sabían qué estaban haciendo ya que, no por casualidad Bakú se convirtió en la capital de un nuevo país con un riqueza petrolera incalculable que le dió protagonismo internacional desde aquél entonces y que se mantuvo y acrecentó en tiempos de poder soviético.

A ello se debe incorporar aquel otro corte arbitrario cometido por Stalin separando las divisiones administrativas  correspondientes a Najicheván y Artzaj poniéndolas bajo administración azerí y  desconociendo la mayoritaria presencia armenia sobre ellas desde tiempos inmemoriales. Fue una decisión que anticipó los problemas posteriores acallados durante el período soviético y que hoy hacen eclosión.

Una mirada sobre la región en disputa saca a la luz las intenciones del pais invasor: 1)cortar la ínfima relación fronteriza entre Irán y Armenia; 2) dejar definitivamente a Artzaj bajo dominio azerí, y 3)establecer una frontera común con Turquía, sueño anhelado por ambos gobiernos bajo la bandera de un islam que, dicho sea de paso, se enfrentará con la corriente preponderante en Irán.

Uno de los objetivos inmediatos de este ataque sorpresivo es  dominar el pueblo de Siunik (en idioma armenio significa columnas, pilares, etc.)una denominación que se hunde en el tiempo porque el nombre y la convicción histórica le otorga a esa denominación el papel de sostén y mantenimiento de las tradiciones  y de la identidad. Recientes descubrimientos o datos ocultos hasta el presente, revelan que esa ínfima porción de terreno montañoso guarda enormes riquezas de nuevos materiales como el litio,y también reservas de oro y cobre. Todo lo cual, leyenda  y datos científicos, concurre para corroborar la existencia de una fuerte razón económica para  que hayan enfrentamientos.

El presidente Aliev ha dicho claramente que no se detendrá hasta llegar a Erevan capital de Armenia que, sostiene, le pertenece a ellos historicamente.

La razón económica no es suficiente por sí misma para avivar el patrioterismo de los pueblos por lo que se le agrega ese aspecto de reivindicación, de lucha por recobrar lo que supuestamente les pertenece. Una falsedad que no justifica en modo alguno ni la guerra, ni la ocupación de territorios y mucho menos las salvajadas que están cometiendo las fuerzas azeríes al imponerse sobre pueblos sorprendidos e indefensos. El reclamo que la diáspora armenia está realizando en todo el mundo y que se reitera acá en Uruguay es un llamado a los más elementales derechos del ser humano, pero que si no se  encaran para darles solución podrán convertirse, si ya no lo son, en potentes factores de inestabilidad a nivel mundial y en lugares insospechados